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domingo, 20 de mayo de 2007

El Papel de la Escuela en la Prevención del Abuso de Sustancias

El Papel de la Escuela en la Prevención del Abuso de Sustancias
Bonnie Bernard
Prevention Forum, Primavera 1985 1.- INTRODUCCIÓN
Para muchas personas no relacionadas con la prevención del abuso de sustancias, este concepto es sinónimo de educación sobre alcohol y drogas en la escuela. Como estrategia para prevenir problemas con la bebida entre los jóvenes, la educación sobre el alcohol tiene una larga tradición, ha formado parte del curriculum escolar desde hace 80 años, disfruta de una cierta legitimidad, y es obligatoria por ley en la mayoría de los estados (Estados Unidos nota del traductor).
Como respuesta a la “cultura de la droga” de los años 60, las escuelas aumentaron su implicación en la educación sobre drogas. La estrategia a últimos de los sesenta, y a principios de los setenta, consistía solamente en información, basada muchas veces en “meter miedo” ¡y llevadas a cabo en tan sólo una hora de clase!, lo que dio como resultado, tal como encontraron posteriormente varios investigadores, un aumento en el consumo de alcohol y drogas. Siguiendo la habitual ley del péndulo, a mediados de los 70 se pasó de programas que se centraban solamente en la información a otros que lo hacían en estrategias afectivas (autoestima, clarificación de valores, habilidades de afrontamiento, de comunicación, de resolución de problemas y de toma de decisiones), omitiendo a menudo por completo la información sobre el alcohol y las drogas.
Los estudios empezaron entonces a indicar que estos enfoques afectivos tampoco reducían el abuso de sustancias entre los jóvenes. Consecuentemente, a finales de los setenta, se desarrollaron programas más sofisticados con aspectos tanto cognitivos como afectivos. Aunque no se dispone aún de datos longitudinales, los resultados preliminares de dichos programas son similares, sin haberse encontrando niveles significativamente más bajos en el consumo de sustancias (Di Cicco).
Como respuesta a estos resultados decepcionantes, muchas personas se cuestionan si la educación sobre el alcohol y las drogas tiene capacidad para producir cambios en la conducta. Han aparecido recientemente varios trabajos que intentan explicar por qué la educación sobre alcohol y drogas en la escuela ha tenido tan pocos efectos, y sugieren un replanteamiento de los programas escolares de prevención.

2.- POR QUE LA PREVENCIÓN DEL ABUSO DE SUSTANCIAS EN LA ESCUELA HA SIDO DECEPCIONANTE
Parece existir un consenso general en la literatura sobre por qué los intentos de actuar sobre el abuso de drogas en la escuela no han dado resultados más prometedores (ver artículos de Barnes; Thompson et al.; Weisheit; Goodstadt; Sheppard). En primer lugar, estos autores plantean que los programas escolares sobre el abuso de sustancias no han tenido metas y expectativas realistas. De acuerdo con Thompson et al., “la prevención no es realista cuando pretende a través de la educación sobre alcohol su completa erradicación. La prevención de todos los problemas con el alcohol y de todos sus riesgos sólo puede llevarse a cabo a través de una completa eliminación del alcohol de la sociedad_” Postulan además que, “a la educación se le atribuye un papel mayor del que puede lógicamente soportar. Las decisiones que las personas toman están influenciadas por un gran número de factores, sobre los cuales el sistema escolar tiene un control limitado o nulo (la familia, la religión, la salud emocional, las costumbres sociales, los medios de comunicación, las leyes, etc.)”. En la misma línea Goodstadt afirma: “los objetivos de la educación sobre drogas se formulan frecuentemente de una forma general, haciendo recaer sobre la educación sobre drogas (y la escuela) demasiadas esperanzas o responsabilidades, ignorando la poderosa influencia de la familia, los compañeros, la educación no escolar (por ejemplo los medios de comunicación), y otras normas sociales y sistemas de apoyo”. Un último testimonio de las metas irreales de la prevención en la escuela: la educación sobre alcohol “no puede esperar vencer la influencia de otros agentes poderosos de socialización como la familia, el grupo de amigos y los medios de comunicación” (Barnes).
La falta de realismo en las expectativas de las escuelas se ven en parte como el resultado de un segundo factor, la “falta de una teoría fiable en el campo de la prevención”. Mientras Barnes está de acuerdo con el hecho de que la ausencia de metas apropiadas es un problema de los programas escolares, destaca como problema fundamental la ausencia de la teoría de socialización como perspectiva teórica. De acuerdo con ésta, el consumo de sustancias entre los jóvenes es una “conducta aprendida, que forma parte del proceso de socialización del adolescente, anticipadora de la transición de niño a adulto” (puesto que beber es una conducta social aceptable en la sociedad adulta). Si adoptamos esta perspectiva teórica, podemos crear metas más “modestas y realistas” para las escuelas, y progresivamente tomar como objetivo otros sistemas significativos: la familia, el grupo de amigos y los medios de comunicación.
Un tercer factor que cada vez se cita más y que contribuye a la falta de resultados eficaces de los programas escolares es que casi todos ellos son demasiado limitados en el tiempo y en su alcance, perdiendo por tanto “intensidad”. Weisheit afirma que no es realista esperar que "unas pocas horas de instrucción en clase sustituyan el aprendizaje realizado durante toda una vida con los amigos, los padres y la sociedad en general”. Mientras una reciente evaluación del Programa CASPAR no encontró evidencias efectos en la conducta del beber, Di Ciccio et al. afirman que, “donde la educación sobre el alcohol fue llevada a cabo más intensamente y de forma más continuada desde los niveles escolares bajos hasta los más altos, el abuso no subió tanto como lo hizo entre los niños de control”. Concluyen que “cambiar la conducta de beber de los jóvenes es tanto como cambiar una cultura_ Esperamos que con esfuerzos intensos y continuados durante un largo período de tiempo se producirán cambios sociales más rápidamente...”. De forma similar, Goodstadt, evaluando la educación sobre drogas, afirmaba, “una clara recomendación_ será que la intensidad de la educación sobre drogas aumente significativamente”.
Para resumir por qué la prevención en la escuela no se ha sido eficaz en la producción de cambios conductuales, podemos decir que es porque la escuela es sólo una de las muchas influencias poderosas que modelan la conducta de los jóvenes, y por lo tanto, esperar de la escuela, a través de sólo unas pocas horas de educación sobre el alcohol y las drogas, un auténtico cambio de conducta resulta irreal e inapropiado. Si este es el caso, ¿qué podemos esperar de forma realista de los programas escolares de prevención sobre alcohol y drogas? Para responder a esto, veremos primeramente las recomendaciones para los esfuerzos de prevención escolar, después cuáles de ellos puede ejecutar la escuela y finalmente qué podemos esperar como resultado de dichos esfuerzos.
3.- RECOMENDACIONES PARA LOS PROGRAMAS ESCOLARES DE PREVENCIÓN
De acuerdo con Weisheit, la escuela, para bien o para mal, es una institución social singular que ofrece las siguientes ventajas para programas de prevención:
1.- Acceso a gran número de jóvenes.
2.- Posibilidades de actuación de bajo costo.
3.- Posibilidad de intervenciones longitudinales.
4.- Personal ya entrenado en técnicas de enseñanza.
5.- "Una oportunidad sin igual para la investigación exploratoria longitudinal" (una necesidad continuamente identificada por los investigadores en prevención)
6.- Legitimación ante el público y las autoridades escolares.
4.- QUÉ PUEDEN HACER LAS ESCUELAS
El primer prerrequisito de un programa escolar sobre abuso de sustancias es que forme parte de un amplio esfuerzo preventivo realizado por la comunidad en su conjunto, que implique a estudiantes, padres, familias, asociaciones y medios de comunicación. Los fundamentos de este enfoque fueron tratados en la última sesión del Forum de Prevención. Basta decir aquí que no podemos esperar que se produzcan cambios estables entre la juventud sin cambiar también los sistemas en los que están integrados los jóvenes.
El segundo prerrequisito es que la prevención del consumo de sustancias forme parte de un programa integral de educación para la salud, desde el jardín de infancia hasta la enseñanza secundaria. Las razones para situar el consumo de drogas en el contexto de la educación para la salud es que es una conducta problemática que comparte las mismas raíces y que está relacionada con otras conductas problemáticas, como el fracaso y abandono escolar, los embarazos en adolescentes, la delincuencia, etc. De hecho, en los primeros cursos de educación primaria, un programa de prevención del consumo de sustancias debe ser bastante genérico y similar en cuanto al contenido a otros programas como los que se encaminan a prevenir los abusos infantiles, el absentismo escolar, o la violencia. El énfasis a estas edades está en el desarrollo del autoconocimiento, la autoestima, la resolución de problemas, la toma de decisiones y las habilidades de comunicación.
Sin embargo, y esto nos lleva a una tercera consideración a la hora de preparar un programa escolar, mientras que la prevención del consumo de sustancias debe estar dentro del contexto de la educación para la salud, debe enfocarse específicamente sobre el alcohol y otras drogas (comenzando hacia el 4º curso ), si esperamos incidir sobre la conducta real de consumo de sustancias. De acuerdo con Thompson et al., "para producir un efecto persistente tanto a nivel individual como social es preciso tanto un cambio de actitud como un cambio de conducta. Si se pretende que el cambio sea significativo y estable, la educación sobre alcohol debe dirigirse a conocimientos, actitudes, y conductas de forma conjunta, no cada uno por su lado”.
Los conocimientos, es decir, proporcionar información exacta, son el núcleo central de la prevención sobre el alcohol y otras drogas. Esto incluye conocimientos sobre fisiología; poblaciones de alto riesgo (predisposición genética); situaciones de alto riesgo (conducción de vehículos, embarazos, estrés, medicación, etc); prevalencia real (por ejemplo, la investigación ha mostrado a adolescentes que “sobrestiman enormemente la prevalencia del fumar en la población general"); correlaciones psicosociales (influencias familiares, presión de los amigos, fracaso escolar, estrés, etc.); papel de los medios de comunicación; y normas culturales.
En el pasado, la educación sobre el alcohol a menudo reforzaba la idea de que la gente bebe sólo debido a debilidades personales, problemas emocionales, o estrés, minimizando que la gente a menudo bebe en exceso por placer, por razones sociales, etc. La educación sobre el alcohol debe también dirigirse hacia algunas actitudes de alto riesgo muy generalizadas tales como “beber es una buena forma de divertirse” o, “emborracharse de joven es algo normal por lo que hay que pasar”. Al contrario, la educación sobre el alcohol y las drogas debe fortalecer la actitud de que, “cualquiera puede tener problemas con el alcohol, y si bebo mucho, yo también puedo tenerlos. Experimentar o no problemas con el alcohol viene determinado por cuanto se bebe (cantidad),con qué frecuencia y en qué circunstancias se hace” (Thompson et al.).
De acuerdo con muchos investigadores, las habilidades que la educación sobre el alcohol y las drogas debe fomentar son las siguientes:
* Capacidad de análisis y de evaluación que ayuden a los estudiantes a :
1) identificar sus propias actitudes y conductas de alto riesgo;
2) evaluar las relaciones entre las normas culturales, las influencias familiares, las influencias de los amigos, y
3) analizar los mensajes de los medios de comunicación;
* Habilidades de toma de decisiones
* Habilidades de resolución de problemas
* Habilidades asertivas, tanto generales como específicas, centrándose en Decir NO al consumo de alcohol y drogas cuando existe presión por los amigos o los hermanos.
* Habilidades de reducción del estrés.
* Habilidades de mejoramiento personal que proporcionen a los estudiantes experiencia con el cambio de sus propias conductas.
Para desarrollar estas habilidades, se necesitan numerosas actividades (role-playing, clarificación de valores, resolución de problemas, y ejercicios de consecución de objetivos) centrándose específicamente en el alcohol y las drogas. De hecho, los datos preliminares de varios grupos de investigadores han encontrado niveles significativamente más bajos del consumo de tabaco, alcohol y marihuana entre los estudiantes expuestos a un programa de prevención del fumar centrado en el desarrollo de estas habilidades.
Una cuarta consideración a la hora de planificar un programa escolar de prevención del abuso de sustancias es que los datos de varios programas de prevención del fumar apoyan la aplicación de un programa combinado sobre tabaco, alcohol y marihuana, dado el descenso en el consumo de las tres sustancias. Las razones para esta aproximación combinada son: 1) la investigación ha identificado las mismas correlaciones para el consumo de tabaco, alcohol y marihuana; y 2) el consumo tanto de tabaco, alcohol u otras drogas está asociado con el consumo de las otras.
Una quinta consideración es que un programa global precisa de un compromiso a largo plazo de todo el personal escolar: la dirección, los profesores, los padres y las autoridades educativas.
Además de establecer un curriculum de prevención que abarque desde la educación infantil hasta la secundaria, ya que de acuerdo con la opinión de Clay Roberts, director del popular programa “Here's looking at you”, el curriculum es “sólo una parte de lo que se necesita hacer en prevención”, las escuelas pueden tomar las siguientes medidas para facilitar la prevención.
Las escuelas pueden establecer directrices escolares relativas al consumo de sustancias por parte de los estudiantes. No hay datos definitivos aún, pero de acuerdo con Adams, “la observación sugiere que las escuelas con directrices claras y firmes de prohibición del consumo, posesión o venta de cualquier sustancia ilegal y que han comunicado cuidadosamente dichas directrices a los estudiantes y padres, al personal docente y no docente, y las hacen cumplir equitativamente, han tenido significativamente menos infracciones".
Las escuelas pueden también crear un clima positivo en la clase que fomente el desarrollo intelectual, social, personal y vocacional de los estudiantes y proporcione la oportunidad de pensar y resolver problemas, estimulando la discusión de los valores sociales y los dilemas éticos y morales. También puede pedirse a la escuela que preste sus valiosos recursos de espacio y acceso a los jóvenes y a sus familias.
La creciente necesidad de cuidar a los niños cuyos padres trabajan puede hacer que las escuelas se vean en la necesidad de ampliar sus servicios. Se están creando programas que admiten a niños de 3 y 4 años, que amplían el jardín de infancia a todo el día, y que atienden a los niños antes y después de la escuela para evitar que estén solos en casa. En una reciente conferencia organizada por la Carnegie Corporation, expertos en el cuidado de niños y educadores concluyeron que esta expansión de los servicios requerirá que las escuelas se replanteen su relación con la comunidad. “Si las escuelas se implican, van a establecer nuevas relaciones con las iglesias, asociaciones grupos de la comunidad, padres, etc.". Además, algunos grupos han advertido que esta expansión de los servicios no debe consistir en más actividades escolares tradicionales, sino que deben dar la oportunidad de realizar actividades que promocionen el desarrollo personal y social, ¡y esto conduce a la Prevención!.
De acuerdo con algunos investigadores, las escuelas deben promover activamente desde el jardín de infancia la prevención sobre el consumo de sustancias y otras conductas relacionadas, como el abandono escolar, los embarazos en adolescentes y la delincuencia. En parte, Kellam encontró que los alumnos de primaria que fallaban en 1) el aprendizaje, 2) el trato con las normas y la autoridad escolar, y 3) la participación social en la clase eran, diez años después, los jóvenes involucrados en el consumo de sustancias, la delincuencia, el abandono escolar y otras conductas problemáticas. “La Enseñanza primaria es probablemente la más crítica para determinar si un niño aceptará o rechazará el aprendizaje. Es la primera exposición a la escolarización, y el período más estresante dentro del sistema educativo_ el fracaso escolar es probablemente el factor individual más importante que conduce al consumo de drogas y alcohol y a otras conductas antisociales” (Kotulak).
Kellam sugiere algunas acciones escolares específicas que pueden tomarse para facilitar la socialización y el aprendizaje en los niños:
1.- Número de alumnos por clase no superior a 25.
2.- Establecer un curriculum que “llegue a cada niño concreto teniendo en cuenta que está ahí para aprender, y que avanza paso a paso con pequeños incrementos uno tras otro" (Kurcoff). Para entender esto, el profesor debe tener libertad para crear una clase variada y enriquecida donde cada niño tenga oportunidades para usar los estilos de aprendizaje que le vayan mejor.
3.- Los profesores deben tender la mano a los niños con problemas.
4.- En primeros cursos, los profesores y padres deben coordinarse de forma que los niños reciban un refuerzo conductual consistente.
Diversos programas que se han centrado en proporcionar apoyo a los niños con riesgo de tener problemas académicos y conductuales han tenido éxito en la reducción de dichos problemas (por ejemplo, el Primary Mental Health Proyect puesto en marcha en Rochester, New York; el Basic Academic Skills Enhancement en Knoxville, Tennesse; el Social Problem-Solving Skills en Cincinnati, Ohio). El modelo básico de esta intervención en prevención en la educación primaria consiste en evitar un aprendizaje basado en la memoria, un aprendizaje en solitario que desaliente la discusión. “Es esencial que los niños hablen de lo nuevo que están aprendiendo, respondiendo con sus propias palabras, no simplemente escuchando las abstracciones del profesor y poniéndoles luego cuadernos de deberes con espacios en blanco para rellenar” (Roberts). Barbara Biber, una investigadora en educación afirma, “El profesor debe utilizar todas las oportunidades para fomentar la actividad intelectual, para promover el poder cognitivo, creando un clima de “porqués”, de “cuáles” y de “desde dónde”, como una forma de impulsar el pensamiento” (Roberts).
No es preciso decir que una escuela con un curriculum básico muy limitado, no proporcionará ninguna oportunidad para practicar y reforzar las habilidades de comunicación, de competencia social, resolución de problemas y toma de decisiones, que son fundamentales en prevención.
Otro factor crucial en la creación de un clima en clase positivo y que facilite una programación preventiva, de acuerdo con Thompson y Kellam, es que los profesores valoren a los estudiantes como personas. Mientras algunos investigadores han encontrado programas preventivos que sólo recurren a los líderes juveniles, otros han encontrado programas eficaces si los profesores valoran a los estudiantes como personas. Si la ausencia de autoestima personal está fuertemente relacionada con el consumo de sustancias (y con otras conductas problemáticas) como muchos investigadores han detectado, no hace falta decir que los profesores necesitan edificar y reforzar el sentimiento de valía personal del estudiante en toda oportunidad que se les presente.
Otro paso que las escuelas pueden dar es alentar los programas de autoayuda, utilizando a los propios jóvenes a la hora de impartir información sobre el alcohol y las drogas en la clase, así como a la hora de ayudar a los alumnos con problemas. Como se ha mencionado antes, C. Anderson Jhonson encontró en su investigación reducciones significativas en el consumo de tabaco, alcohol y marihuana sólo cuando se tuvo en cuenta y se trabajó con los líderes juveniles. Estos programas no sólo ayudan a desarrollar y fortalecer la autoestima, las habilidades de resolución de problemas, y toma de decisiones en los jóvenes, “también dan la oportunidad a los jóvenes de asumir papeles de relevancia y responsabilidades del mundo real en una época en la que se ven cada vez más aislados de dichos roles y responsabilidades dentro de la prolongada adolescencia tan típica de nuestra cultura” (Norem-Hebeisen).
Las escuelas deben animar a los estudiantes, padres y a la comunidad para que se impliquen en la planificación y ejecución de un programa de prevención de abuso de sustancias y educación para la salud en general. Este punto tiene una importancia capital. Implicar a las personas clave no sólo acaba con el aislamiento de un programa centrado en la escuela, sino que crea un sentimiento de compromiso por parte de la comunidad y aumenta la posibilidad de que los mensajes de prevención se refuercen fuera de la clase.
Las escuelas pueden cooperar para una prevención comunitaria más amplia proporcionando recursos para, por ejemplo:
1) Escuelas de padres;
2) Grupos de apoyo para padres;
3) Grupos para niños de alto riesgo (por ejemplo, hijos de padres alcohólicos);
4) Actividades alternativas para jóvenes
No estamos sugiriendo que las escuelas proporcionen el personal para estos esfuerzos: el liderazgo y la organización puede recaer sobre los estudiantes, los padres, o la comunidad para:
1) Identificar aquellos en situación de riesgo de tener problemas académicos, sociales o conductuales
2) Proporcionar voluntarios paraprofesionales que hagan de consejeros y de orientadores tanto a nivel individual como en grupos pequeños
3) Cambiar el papel del orientador escolar y del trabajador social pasando del servicio directo a la formación de voluntarios.
Si consideramos la efectividad no sólo en cuanto a resultados sino en cuanto a costes, deberíamos ver más programas basados en este exitoso modelo.
Una última consideración sobre las medidas escolares que se pueden tomar para facilitar los esfuerzos de prevención es que, cuando se pueda, el personal escolar debe apoyar la investigación y la evaluación de las estrategias de prevención escolar.
5.- METAS Y EXPECTATIVAS REALISTAS PARA LA PREVENCIÓN ESCOLAR
Como hemos visto anteriormente, esperar que la escuela pueda cambiar la conducta de consumo de alcohol y de otras drogas no es realista, si la prevención consiste en un programa escolar aislado que no se centre en el desarrollo simultáneo de conocimientos, actitudes y habilidades. Sin embargo, vistos los resultados positivos en el cambio de conducta que están empezando a tener algunos programas que implican a la comunidad y a los medios de comunicación así como un enfoque integrado de habilidades, conocimientos y actitudes, la reducción del consumo de sustancias puede ser una meta válida a plantearse.
Debido a la existencia de muchas variables mediadoras, varios investigadores sugieren que los programas se planteen objetivos inmediatos y directamente mensurables, como son la adquisición de conocimientos, actitudes y habilidades. Goodstadt sugiere que, “un punto de vista más equilibrado del posible impacto de la educación sobre drogas reduciría las expectativas, para adaptarlas a la existencia de fuerzas contrapuestas y a la importancia del tiempo y del desarrollo normal. No debemos esperar que los programas produzcan cambios importantes e inmediatos en la conducta; en el mejor de los casos, podrían conseguir cambios significativos estadísticamente en indicadores de conductas futuras, tales como medidas de las actitudes, expectativas y tendencias conductuales actuales”. Thompson et al. se refieren a este "punto de vista equilibrado" de la educación sobre alcohol como la “reducción del riesgo en el estilo de vida” planteando que: “en una sociedad democrática, de la cual el alcohol forma parte, la única esperanza realista en la práctica es que la gente tome decisiones sobre el alcohol que reduzcan su riesgo de tener problemas. Los esfuerzos de educación sobre el alcohol deben centrarse en permitir a la gente adoptar y mantener tales decisiones de bajo riesgo” (p.80). Estos autores identifican cinco metas concretas que un programa de educación sobre el alcohol puede esperar conseguir de una forma realista:
1.- Los estudiantes aprenderán que las decisiones individuales sobre la abstinencia o la cantidad y frecuencia de consumo de alcohol son la principal razón que determina si experimentarán o no problemas relacionados con el alcohol.
2.- Los estudiantes adquirirán las habilidades necesarias para estimar el riesgo de tener un problema relacionado con el alcohol, y de identificar las decisiones concretas sobre cantidad y frecuencia de consumo de alcohol de bajo riesgo.
3.- Los estudiantes adquirirán las habilidades necesarias para identificar y evaluar sus propias actitudes, valores y expectativas sobre el alcohol que pueden influir en las decisiones de alto o bajo riesgo que puedan tomar.
4.- Los estudiantes adquirirán las habilidades necesarias para identificar y evaluar los mensajes, actitudes, creencias, valores, costumbres y expectativas de los compañeros, la familia y la sociedad que apoyan o animan las decisiones de alto y de bajo riesgo.
5.- Los estudiantes realizarán actividades destinadas a desarrollar un auto-concepto positivo y las habilidades personales necesarias para adoptar y mantener actitudes y decisiones de bajo riesgo sobre cantidad y frecuencia de consumo de alcohol.

Weisheit afirma que también necesitamos descubrir otras formas de percibir los éxitos y buscar efectos de los programas preventivos más allá de los cambios en cuanto a conocimientos, actitudes y habilidades del estudiante. Refiere algunos objetivos de los programas que se dirigen a medidas preventivas que no están dentro del curriculum y que las escuelas pueden adoptar tales como una mayor implicación de los padres y de la comunidad en la escuela, o una mejor interacción entre estudiantes y profesores. Además, aumentar el éxito académico es por supuesto una meta válida dentro de la prevención. Weisheit destaca que,”existe un buen número de definiciones de éxito, y una evaluación profunda no puede centrarse sólo en una” (p.78).
Debemos recordar que la mayoría de los programas de prevención tienen múltiples metas y objetivos, y cada uno de ellos debe ser realista y factible, concreto y específico, y mensurable de forma operativa a través de las actividades de los programas. La determinación de las metas forma parte de la planificación de un buen programa, lo cual, por supuesto, es fundamental para el éxito de cualquier esfuerzo preventivo.
6.- CONCLUSIONES
A pesar de la reducción de presupuestos y la falta de apoyo desde los niveles gubernamentales en los últimos años, “no podemos eliminar las escuelas, los profesores y los alumnos por muy difícil y pesimista sea la situación actual. Por el contrario, necesitamos doblar nuestros esfuerzos para poner en común lo que sabemos para impulsar los programas escolares por todas las razones obvias, incluyendo nuestro compromiso de alimentar el desarrollo humano”. (Introducción del número especial de Personnel and Guidance Journal on School-based Prevention). Estamos empezando a ver un renovado interés y un esfuerzo mayor por parte de los gobiernos. El discurso del Gobernador a la Asamblea Legislativa de Illinois el 27 de Febrero de 1985 en el que presentó su “Programa para Mejorar las Escuelas de Illinois” puede servir de catalizador para proporcionar el necesario apoyo moral, económico no solo para los programas de prevención del abuso de sustancias sino para la reforma educativa.

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